viernes, 28 de octubre de 2011



Mi vida era normal hasta ese momento. Vivía en un pueblo pequeño. Un pueblo muy tranquilo. Mi casa de planta baja solamente, paredes blancas y tejas rojas, con un ventanal enorme que daba hacia la calle, se encontraba a unas tres cuadras de la plaza. Había cursado mis estudios en el colegio Nuestra Señora de Lourdes el cual estaba justo enfrente de la municipalidad, al lado de la biblioteca Nacional.
Trabajaba en la panadería “El principito” a una cuadra de ahí. Corría el año 1980.
Un día como tantos otros recorriendo esas calles de adoquines y mucho verde en sus alrededores, gracias a  la colaboración de la gente del lugar que cuidaba esas veredas enormes y sobre todo esos árboles llenos de vida. Dirigiéndome al trabajo me cruce con Luca, un amigo de la infancia que me invito a una fiesta el sábado, en su casa.
Ese día tardo demasiado en llegar o al menos eso me pareció.
Pero como todo en esta vida llega. Tarde, pero seguro.
Esa mañana ya presentía que iba a ser un día distinto, no me pregunten porque pero esa sensación la tuve y no lo podía disimular.
Pantalones negros, remera blanca ajustada y mi campera de cuero negra infaltable. El pelo mojado con gel y todas las ganas de divertirme. Era la

Combinación perfecta para esa noche.
Caminando hacia el lugar, con mis manos dentro de los bolsillos, comenzaba la noche que iba a cambiar mi vida, o a demostrarme que nada se podía cambiar. Quizás ahora suene raro esa frase pero con el correr de mi relato me comprenderán.
A media cuadra del lugar apenas se comenzaba a escuchar la música, pero lo que no se podía dejarse pasar por alto eran las luces. Realmente era impactante.
Enseguida me di cuenta quien se había encargado de la fachada…era lógico que la decoración del lugar estaba a cargo de Laura y Eugenia. Ambas eran rubias, lindas, simpáticas y muy atractivas. Pero la característica más sobresaliente de Eugenia era lo muy romántica y enamoradiza. Con su cabellera llena de rulos, larga por debajo de los hombros. Las dos adolecentes eran casi como hermanas. A todos lados siempre iban juntas. Hicieron toda la primaria y la secundaria juntas en Nuestra Señora de Lourdes situada en frente de la plaza.
Ellas Vivian a media cuadra una de la otra. Era tal el cariño que reinaba entre ellas que no salían ni a la esquina sin la compañía de su hermana del alma. La peluquería era un lugar ideal para hablar de hombres. Pero también aprovechaban cuando salían de compras, locas por los vestidos largos y muy llamativos. Siempre la amistad era él, eslabón más fuerte de su relación. La misma había nacido de casualidad por jugar, cuando pequeñas, en la calle José María Paz 1832, esa amistad que había crecido tan rápido como ellas.
Jamás se separaron salvo en esa etapa desafortunada de sus vidas entre los 18 y 20 años aproximadamente que fue cuando Eugenia se fue a Córdoba con Raúl, su novio. Como era de imaginarse la relación carecía de armonía ya que el pobre Raúl no solo tenía los inconvenientes típicos de pareja si no que aparte tenía que lidiar con Laura, la hermana postiza de Eugenia, que estaba siempre entre ellos. Eso era motivo siempre de discusión. Obvio el solo quería un poco de privacidad, pero era muy difícil de conseguir salvo…ese nuevo trabajo de Raúl, que llego como la salvación para él y para la pareja. Noticia que cayó como balde de agua fría en los oídos de Laura.
Era una decisión crucial para Eugenia, de vida o muerte. El trabajo era por cinco años y luego a disfrutar de los frutos de ese esfuerzo en conjunto, pero en Buenos Aires.
Como ya se abran dado cuenta el tiempo no llego a transcurrir por completo, la pareja se rompió antes. Lo que mata no es la humedad, sino la convivencia. Un final que se tardo en llegar pero era predecible.
Volviendo al tema de la decoración, todo estaba ambientado según los gustos de Eugenia y Laura. Adornos, comida, hasta la iluminación. Por ejemplo las luces de la entrada dejaban entrever que dentro de la casa de Lucas se estaba gestando una de las fiestas más acogedoras del pueblo.
En el parque también estaba su sello, los arboles se encontraban abrazados por una interminable cantidad de luces que recreaban la vista de todos los invitados.
-La bebida, donde esta? Preguntó Pablo asomando la mitad de su cuerpo por la ventana de la cocina.
-De los actos más simples de la vida salen las cosas  más extraordinarias que un ser humano pueda imaginar-Dijo Lucas sonriendo.
En verdad nadie pensó ni remotamente que con solo un abrir y cerrar de ojos toda la felicidad era posible. Y así fue, con solo abrir más que los ojos, las canillas de cualquier lugar de la casa la cerveza comenzaba a salir fresca y en abundancia.
Caminando hacia la casa el entusiasmo recorría mi cuerpo. La música sonaba y mis piernas comenzaban a moverse al mismo ritmo.
Las luces de la puerta solo dejaban ver el brillo de los zapatos negros y el destello se reflejaba en el piso.
El timbre apenas se escuchaba, el tiempo pasaba rápido. Urgido por las ganas de sumarme a la fiesta opte por asomarme a la ventana del living y comencé a hacer gestos locos, una mezcla de ahogado y desesperado, pero no desentonando con el ritmo de la música.
Luego de un tiempo, que fueron unos segundos, pero me parecieron una eternidad por las ganas de ser uno más en la fiesta. Alguien me vio.
Si, era Laura que corriendo acudió en mi ayuda.
-Por fin llegaste, era hora querido…menciono con una sonrisa  dibujada en su rostro. Y entonces entre.
Era mejor de lo que imaginaba. Las luces intermitentes hacían parecer a la gente que se movía como robot, que se trasladaba de un lado a otro en cámara lenta. Unas maquinas de humo, era la cereza del postre. ¡Qué fiesta!
Apenas podía escuchar lo que Laura me decía, pero bueno la noche recién comenzaba y todo estaba por venir.
Caminando por los pasillos, saludando a Nico, Flavio y su gente. También estaba el loco” Luis con su vaso de cerveza  pegado a la mano como siempre, siendo casi una extensión de su cuerpo.
La música sonaba tan a fondo que daba risa ver los cuadros colgados en la pared del pasillo balanceándose al ritmo de Queen, con “cosita loca llamada amor”, era todo una gran fiesta.
Al pasar por la puerta de la cocina divise a Fernando en una posición poco ortodoxa, más precisamente digna de un contorsionista. Colgado de la mesada de aluminio con su pie derecho en el aire pero aferrado con ambas manos al grifo de la canilla, por más que la larga cortina blanca con girasoles amarillos de la cocina molestaba su estadía, igual disfrutaba del placer que generaba la idea de Lucas de llenar el tanque de su casa con cerveza y bolsas de hielo que aseguraban la frescura  y el sabor de esa buena bebida.
 -¡Hola Fer!! Gritando salude. Pero su respuesta fue  un poco húmeda, ya que intento responderme pero sin sacar su cabeza que se encontraba justo debajo del chorro de cerveza que salía de la canilla. Entonces la respuesta a mi saludo fue solo una especie de imaginación y libre albedrio.
La noche estaba hermosa, fresca podría decirse, pero el calor humano, el ritmo de la música y la adrenalina pura de un sábado a la noche, hacia que el parque sea uno de los lugares más lindos de la casa. El pasto bien cortado. Unos ficus y varias pequeñas palmeras daban la imagen de un bosque hermoso, especial y romántico.
Digo romántico y se me cruza la imagen de Noelia y Jonathan. Que estaban en un lugar apartado disfrutando de esa noche hermosa, estrellada y con una enorme luna llena, pero sobretodos las cosas disfrutando el uno del otro. Los vi de casualidad cuando Salí con un vaso de cerveza en mi mano a respirar un poco de aire fresco, pues el humo del cigarrillo comenzaba a afectar mis pulmones, y…ahí estaban ellos, escondidos o alejados del resto, viviendo su propio momento, en un mundo aparte lleno de amor y pasión.
Era sin duda el único lugar en donde ni Laura ni Eugenia habían puesto luces. ¿Sera casualidad?, pensé. Pero como siempre decía mi padre “a la suerte hay que ayudarla”. Luego me acerco al grupo de Nico y los demás.
Parecía mentira, siempre Flavio contando esas  historias, anécdotas o experiencias que solo él vivía y que por desgracia o por una casualidad divina nadie está presente para poder confirmar sus hazañas. La fiesta transcurría con total normalidad, si es que eso era posible.
La música era muy buena pero era imposible que yo no me meta en esos lugares donde no me llaman y donde quizás nunca debería haber estado. ¿Casualidad o…causalidad? Era un pecado imperdonable el hecho de hablar de música y no mencionar al “gallego”, único, inigualable, con su camisa floreada roja y amarillo, y esos pantalones Oxford que era una marca registrada de la época.
-Hola gallego, ¿cómo va todo? Dije. Pero con la música                                                                                                                                       
A todo trapo fue casi imposible que me escuchara.
 -¿Cómo va todo? ¿Todo bien? Volvía preguntar. Sonriendo, con su brazo derecho en alto y pulgar arriba confirmaban lo que se reflejaba en su mirada. Todo más que bien. El “gallego”… todo un personaje, colorado, con pecas y una ceja que cruzaba toda su frente. Era el único disjockey del pueblo, y por ende el mejor de todos.
Revisando un poco los discos que él había traído vi uno que me llamo poderosamente la atención. Era extraño, de color negro como todos pero con un grafico impactante. Para ser más preciso era una imagen impactante, una combinación de azules y celestes muy asimilables a un mar, un océano, no se era algo único. Difícil de describir.
Realmente quería saber de quién era, a que banda pertenecía esa extraña imagen.
Pero la sed del ”gallego” se me adelanto.
-Te copas y me traes algo para mi garganta, está seca, y yo sediento, ja ja ja.
-Por supuesto, dije. Y me fui al ritmo de la música hacia la cocina a traerle un poco de cerveza fresca. Aunque en realidad en cualquier lugar de la casa en donde hubiese una canilla había cerveza fresca, pero custodiada seguro por Fernando o Luis, hombres sedientos si los hay o como se les dice en el barrio, simples borrachos.
Con un choop rebalsando de cerveza fresca y espumante volví a la cabina del “gallego”. Luego de haber cumplido con  una de las pocas obras buenas que habría de realizar esa noche, pues justamente la idea no era comportarme de esa manera, luego volví a lo que me ocupaba.
Busque y busque minuciosamente ese disco tan enigmático y cautivante pero ya no se encontraba ahí.
Con el ruido y un par de cervezas encima se había complicado hablar con el “gallego” pero al mejor estilo mimo” le pregunte en donde estaba ese disco. Me respondió preguntándome
-¿cómo era? Y al describírselo el solo opto por levantar sus hombros y mover sus labio inferior hacia fuera, reflejando un claro gesto de… ni idea de lo que me estás hablando.
No tenía otra que ponérmelo a buscar por mi cuenta, y fue ahí cuando me lleve una sorpresa. El disco ya no estaba. Y digo –¡¡¡ya no estaba!!! Porque yo estaba seguro que antes lo había visto. Revolví todo, busque una y otra vez en cada rincón de la cabina y efectivamente el disco, que ya tomaba el rotulo de misterioso había desaparecido. O en realidad, ¿estuvo alguna vez ahí? Estaba casi seguro que no lo había imaginado. Pero un sábado a las tres de la mañana y unas cervezas encima no son puntos muy favorables para poder refutar la razón humana, al menos en ese estado.
Como por arte de magia o alguna otra fuerza sobrenatural el disco misterioso, por llamarlo de alguna manera, había desaparecido.
Pero solo por un instante…
Tenía un presentimiento, una intuición, que me obligaba casi por la fuerza a revisar nuevamente las cajas donde estaban todos los discos del disc-jockey.
Mis dedos parecían caminar raudamente por los lomos de cartón de la tapa de los discos y al llegar a la mitad una sensación escalofriante recorrió mi cuerpo, un olor a humedad muy fuerte. Sentí mis manos transpirar y de repente un disco se cae al suelo. Al agacharme a recogerlo me di cuenta que su tapa era completamente negra y en su interior se encontraba” el misterioso disco” con la imagen del mar en el centro, esa imagen fascinante, cautivante.
-¡no lo imagine! Grite. Pero por supuesto nadie me escucho.
Hay veces que los sueños son tan reales que la realidad parece un sueño, un sueño del que no quisiéramos despertar jamás. Pero no siempre las cosas salen como queremos y es la vida misma la que nos va mostrando el camino el cual debemos aceptar pues solo así logra cumplir con lo que el destino nos depara.
Quede sorprendido por el hallazgo y de repente me pegue un susto terrible cuando el “gallego” apoyo su mano en mi hombro.
Me levante rápidamente y cuando le quise mostrar al “gallego” el disco por el cual, yo le había preguntado, el dejo todo en mis manos. Prácticamente todo a mi cargo.
Yo era el nuevo disc-jockey, al menos por un momento hasta que el volviera del baño. Con los auriculares en mi cabeza y solo uno en mi oído para poder estar más en contacto con la realidad y con los demás.
Terminando el tema se me ocurrió poner el disco negro que en su centro tenia la imagen del mar, trasparente y tan enigmático.
Por un instante lo dude porque yo de pasar música casi no sabía nada pero las oportunidades no se dan muchas veces en la vida, y esta era una de las cuales no iba a dejar pasar.
Coloque el disco en la mezcladora numero dos y haciendo un pase casi envidiable, al menos por cualquiera que no supiera nada de esto, hice sonar la música del disco enigmático. Fui subiendo el volumen y realmente el sonido era cautivante.
Rápidamente me puse los auriculares en ambos oídos y presionando con ambas manos para lograr un sonido más penetrante,  cerré mis ojos y respirando profundo comencé a disfrutar de la música.
Pero de pronto ese sonido hermoso y cautivante comenzó a desaparecer, lo que al principio era un sonido perfecto ahora se transformaba en algo muy extraño. El sonido por lejos dejo de ser algo cautivante para transformarse en un ruido espantoso.
No sé cuánto tiempo paso hasta que volví a abrir mis ojos y me lleve la sorpresa más grande que jamás haya imaginado. Baje los auriculares con ambas manos, hasta hacerlo descansar en mi cuello.
Todos a mi alrededor estaban en una situación muy confusa, se comportaban muy extraño todos. En realidad no se comportaban, para ser más preciso. Porque ninguno se movía.
Lentamente, asustado y pálido retire los auriculares que reposaban en mi cuello. Los apoye en la tarima al lado de la mezcladora numero uno. El terror recorría cada centímetro de mi cuerpo. Entonces me di vuelta y me acerque a uno de los pibes que estaba recostado en el suelo del living, las piernas en el piso, estiradas, un vaso de bebida en su mano derecha y su espalda apoyada en la pared. Le hable medio tartamudeando, luego en voz alta, volví a gritarle pero esta vez al oído, pero no obtuve respuesta por parte de él. Apoye mi mano derecha en su hombro izquierdo y comencé a zamarrearlo, lo movía de un lado al otro pero no sucedía nada. Al soltar su cuerpo inmóvil se deslizo y termino completamente en el suelo.
Asustado me fui de ahí hacia donde estaba una pareja, exactamente en el sillón. Ella apoyada en los brazos de su pareja, el recostado en el respaldo del sillón. Les grite, insulte y los empuje, buscando algún tipo de reacción por parte de ellos.
Me estaba volviendo loco, no sé. No entendía nada de lo que estaba pasando.
Desencajado me fui como un rayo a la cocina. Allí estaba Fernando apoyado con todo su cuerpo en la mesada de aluminio, los brazos estirados y todo su torso mojado ya que de la canilla seguía saliendo cerveza. Lo tome de sus hombros y lo zamarree en forma violenta y al soltarlo, su cuerpo cayó desplomado en el suelo. Con el impulso, y gracias a su peso que era bastante respetable, golpeo mi cuerpo tirándome hacia atrás. Para no caer intente apoyarme con mi brazo izquierdo en el respaldo de la silla que se encontraba junto a la mesa libro que es infaltable en todas las cocinas pequeñas de pocas dimensiones. Pero mi brazo quedo enganchado en  la silla y por la misma inercia la silla patino en el piso de cerámica de la cocina y con ella también mi estabilidad dando como resultado el suelo tanto para la silla como para mí. El golpe en mi cuerpo no fue tan doloroso como si el de mi cabeza ya que la cocina no era grande y la pared dejo un recuerdo en mi cuero cabelludo. Por desgracia no solo eso sino también un tajo bastante importante.
Lentamente me fui incorporando y me acerque, como pude, al cuerpo de Fernando. Luego coloque mis dedos índice y mayor en su cuello. No sé si por los nervios o porque razón no le encontraba pulso ni palpitaciones, ninguna señal de vida.
Pero de repente comencé a sentir un tenue latido que era inmersamente proporcional a mi temor; ya que cuando este iba disminuyendo los latidos comenzaban a aparecer.
Enseguida retire la mano, asustado, y vi algo que quedara gravado en mi retina por el resto de mi vida.
CONTINUARA.....